Plinio el joyero.


Grabado de Plinio el Viejo
A lo largo de la historia humana, la mente de muchos famosos e ilustres han sido atraídos por el encanto hipnótico de los diamantes.  Algo en el brillo de esta piedra hace que lance hechizos irreversibles  sobre las personas, hechizos que llegan hasta lo más profundo de la imaginación, independientemente de la posición social, y lugar en el tiempo... Admiramos por ejemplo a mujeres como Elyzabeth Taylor que adquirió diamantes porque fue lo último que le faltaba, antes también habían sido el mejor amigo de Marilyn Monroe,  y si nos vamos más  y más atrás, nos encontramos con un personaje llamado Plinio el Viejo, escritor, científico, naturalista y militar, que vivió desde el año 23 d.C.  y murió el   24 de agosto del año 79 d.C. y como legado dejó escritas lecturas excepcionales.

Quizás no tan llamativo como algunas de las divas de hoy, este antiguo erudito romano no era tímido a la hora de exigirle a los diamantes. Un hombre de impresionante intelecto, su sobrino, Plinio el Joven, lo describió en sus escritos: "La única vez que abandonó su trabajo era para su baño, y el baño al que me refiero es a su inmersión real, ya que mientras estaba siendo frotado y  secado siempre tenía un libro que leía o dictaba sus notas."

De hecho, durante toda su vida, Plinio el Viejo se dedicó a la tarea de describir de todo sobre el universo natural conocido. Sus escritos, conocido como el "Naturalis Historia", fueron el primer modelo de las enciclopedias modernas.

Jaspe hueco grabado en un conjunto de montaje en Oro,
 jaspe, perlas, cristal
Afortunadamente para nosotros, no es necesario hojear los 37 volúmenes de su obra, al igual que los amantes de la moda de hoy en día, y el gusto por los diamantes, el  con su mente de erudito, en su volumen número 37 y último, introdujo el tema de los diamantes, como el Júpiter de todas las piedras preciosas: "El diamante es el más valioso, no sólo de las piedras preciosas, sino de todas las cosas en este mundo."

En otra sección del mismo Plinio exageradamente dice que: "Todas estas piedras se pueden probar sobre el yunque y repelen los golpes,  de manera que una cabeza de martillo de hierro se puede dividir en dos y hasta el yunque sufrió los efectos y se desbancó. En efecto, la dureza del diamante no es capaz de ser descrito". 

Después de todo este elogio sobre el diamante,  todo el mundo de la época se vestía y llevaba diamantes,  pero Plinio, consideraba que eran demasiadas gemas las que portaba la gente. Ya sea intencional o no, su desprecio por el "exceso" en la moda romana, lo llevaban a hacer bromas de buen humor,  él decía así sobre las damas del imperio: "Nuestras damas se sienten gloriosas teniendo estas joyas puestas en sus dedos, y dos o tres de ellos colgando de sus orejas. Con el propósito de justificar  estos lujosos gustos, hay varios nombres refinados y fastidiosos que han sido ideados para  su profusión; después de inventar estos pendientes, se  les han dado el nombre de '' crotalia, o colgantes de castañuelas, como si  fueran a encantarse  con el traqueteo de las perlas, que se chocan entre sí! "

La muerte de Plinio el Viejo, reconstrucción,
según el relato de su sobrino Plinio el Joven por Yan Dargent, 1870
Por desgracia, en la gran erupción del Volcán Vesubio de Pompeya,  este  gran hombre de mente sorprendente, conoció a su fin prematuro. Allí el joven Plinio tomó apuntes y su antorcha de historiador, y es la única fuente que queda hoy de la gran tragedia que afectó a Pompeya. Describió la virtud característica y la audacia de su tío en esta descripción final, en la que Plinio decidió someterse al peligro para responder al llamado de un amigo: "Él cambió sus planes, y lo que había comenzado como espíritu de investigación, terminó como un héroe ...  Felices son, en mi opinión, a los que se le da por hacer algo, y vale la pena escribir, o los que escriben algo digno para la lectura; más feliz, por supuesto, son aquellos que hacen ambas cosas. Con sus propios libros y los suyos, mi tío se contará entre los segundos". (Plinio, Tácito).



Escrito por: Alejandro Glade R.





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